Estados Unidos y la Unión Europea han propuesto estos últimos días una serie de cumbres mundiales sobre la crisis financiera, empezando después de las elecciones presidenciales del 4 de noviembre en Estados Unidos. La crisis de crédito que ha golpeado a los mercados, ha llevado a Estados Unidos y a sus aliados europeos a buscar formas de reducir el impacto en los sistemas financieros. A simple vista puede parecer que la recesión que se palpa en el ambiente afectará por igual a ambas partes e incluso hay quien opina que Estados Unidos se tambalea como primera potencia mundial, pero probablemente estemos lejos de ese escenario...
Cierto es que la crisis actual tendrá sus secuelas y hará mella en la economía del país, pero no menos cierto es que los Estados Unidos gozan de todos los ingredientes necesarios para seguir siendo un referente económico a nivel mundial, muy al contrario de lo que sucede en Europa, donde las crisis tienden a ser más dolorosas y prolongadas en el tiempo.
En el periodo entre 1973 y 1982 Estados Unidos experimentó una de las épocas inflacionistas más dañinas de su historia. Medidos en función del índice de precios al consumo, los precios se multiplicaron por más de dos durante esa década. Sólo en 1979 se alcanzó una inflación del 13,3%, paralizando la economía con el fenómeno que se conoció como “estanflación”, que llevó a muchos comentaristas a dudar de que Estados Unidos pudiese competir en el mercado mundial. Jimmy Carter pronunció un famoso discurso en el que advertía de “la existencia de una crisis de confianza que estaba afectando al propio corazón y al alma y el espíritu de la voluntad nacional y que amenazaba con destruir el tejido social y político de Estado Unidos”. También durante ese periodo grandes multinacionales japonesas compraron algunos de los edificios más simbólicos del país y se llegó a pensar que Estados Unidos no podría competir con la eficiente economía nipona. El resultado es conocido por todos.
Unos de los factores que más deberían preocupar a Europa en relación con Estados Unidos es la menor competitividad que tiene en comparación con la economía americana. Partiendo de la crisis anteriormente mencionada se pueden observar claramente las diferencias que existen actualmente. Entre 1983 y 1984, la tasa de paro de Estados Unidos llegó a ser superior al 10%, y la de países como Alemania, Reino Unido y Francia sobrepasó el 12%. Desde esos máximos, Estados Unidos comenzó una rápida recuperación económica, disminuyendo su desempleo, a la vez que aumentaba el PIB, mientras que los países europeos quedaron seriaamente perjudicados y estancados en unos niveles de desempleo mucho más elevados, incluso cuando sus economías se reactivaron.
Hay dos conceptos, en los que no me extenderé en demasía, que explican la rápida recuperación de Estados Unidos frente a Europa y su ventaja competitiva actual. El primero, denominado Euroesclerosis, habla de la menor competitividad de los mercados de trabajo europeos, por culpa de los subisidios al desempleo, el poder relativo de negociación salarial, que implica mayores costes de despido y salarios mínimos más altos; y de la menor competitividad en el mercado de bienes y servicios, que abordaremos luego en mayor detalle. El segundo concepto es la Histéresis, que explica cómo, a pesar de que los mercados europeos y sus instituciones eran más eficientes en épocas de fuerte crecimiento como la de los 70(y las tasas de desempleo más bajas que en Estados Unidos), tras fuertes perturbaciones las instituciones se mostraron incapaces de responder a estos shocks y contribuyeron poco a resolver el problema del desempleo, convirtiéndose más bien en un freno a la recuperación. Así, una tasa de elevado desempleo continua, provoca un aumento del desempleo a largo plazo y una pérdida de cualificación de los trabajadores desempleados, convirtiéndose en un círculo vicioso de difícil solución.
En términos empresariales, las diferencias entre Estados Unidos y los países de la UE son también notables. Por una parte, si observamos las mayores empresas en diversos sectores, se puede apreciar la presencia de compañías estadounidenses en el primer lugar del escalafón, cuando no copan el podio entero. Empresas como Google, Johnson & Johnson, Intel, Microsoft, Apple, Oracle, Walmart, Coca-Cola, Procter & Gamble y un larguísimo etcétera son un claro ejemplo de esta afirmación.
Por otra parte, y más destacado aún que el hecho de poseer las empresas más grandes del mundo, hay que notar la gran cantidad de empresas de tamaño medio y pequeño, que son sobre las que recae en gran medida la creación de empleo, y el porcentaje de emprendedores mucho más alto que tiene en comparación con Europa. A la postre, estos pequeños embriones de empresas que sobrevivan serán las compañías medianas o incluso grandes del futuro. El conocido sueño americano no es una simple frase hecha, sino que tiene su contrapartida en la vida real.
Por último, aunque los sistemas educativos públicos americanos dejan que desear, las grandes universidades privadas suponen un caldo de cultivo para la creación de empresas y para la formación de los mejores dirigentes difícilmente igualable por otras universidades del mundo. La Universidad de California, la de Harvard, el MIT y la de Stanford, por ejemplo, son auténticas mecas del saber científico y la innovación tecnológica. El gobierno y regulación de las universidades por las Administraciones europeas, por el contrario, supone una limitación objetiva de la libertad de acción de aquéllas. Debe notarse que, además, las universidades públicas de Estados Unidos reciben sólo una parte de su financiación de las Administraciones federal y estatal, al contrario de lo que sucede en Europa. Por lo tanto, la búsqueda continua de financiación privada y pública es un incentivo para mantener los niveles más altos de excelencia, contratando a los mejores talentos, sean cuales sean sus orígenes. Y éstos posteriormente se muestran agradecidos con la universidad que les vio desarrollarse como profesionales, realizando cuantiosas donaciones que permiten a la escuela realizar importantes proyectos y seguir captando el talento mundial: Efecto Cluster en estado puro.
Facebook, fenómeno de masas en los últimos tiempos, lo inventaron unos alumnos undergaduate de Harvard, por ejemplo.
En suma, la capacidad de reacción de Estados Unidos frente a esta multicrisis que afrontamos apunta a que será superior a la que demostrará Europa, desgraciadamente para nosotros, y en esa línea preferimos invertir al otro lado del Atlántico a igualdad del perfil de la oportunidad de inversión.
Cierto es que la crisis actual tendrá sus secuelas y hará mella en la economía del país, pero no menos cierto es que los Estados Unidos gozan de todos los ingredientes necesarios para seguir siendo un referente económico a nivel mundial, muy al contrario de lo que sucede en Europa, donde las crisis tienden a ser más dolorosas y prolongadas en el tiempo.
En el periodo entre 1973 y 1982 Estados Unidos experimentó una de las épocas inflacionistas más dañinas de su historia. Medidos en función del índice de precios al consumo, los precios se multiplicaron por más de dos durante esa década. Sólo en 1979 se alcanzó una inflación del 13,3%, paralizando la economía con el fenómeno que se conoció como “estanflación”, que llevó a muchos comentaristas a dudar de que Estados Unidos pudiese competir en el mercado mundial. Jimmy Carter pronunció un famoso discurso en el que advertía de “la existencia de una crisis de confianza que estaba afectando al propio corazón y al alma y el espíritu de la voluntad nacional y que amenazaba con destruir el tejido social y político de Estado Unidos”. También durante ese periodo grandes multinacionales japonesas compraron algunos de los edificios más simbólicos del país y se llegó a pensar que Estados Unidos no podría competir con la eficiente economía nipona. El resultado es conocido por todos.
Unos de los factores que más deberían preocupar a Europa en relación con Estados Unidos es la menor competitividad que tiene en comparación con la economía americana. Partiendo de la crisis anteriormente mencionada se pueden observar claramente las diferencias que existen actualmente. Entre 1983 y 1984, la tasa de paro de Estados Unidos llegó a ser superior al 10%, y la de países como Alemania, Reino Unido y Francia sobrepasó el 12%. Desde esos máximos, Estados Unidos comenzó una rápida recuperación económica, disminuyendo su desempleo, a la vez que aumentaba el PIB, mientras que los países europeos quedaron seriaamente perjudicados y estancados en unos niveles de desempleo mucho más elevados, incluso cuando sus economías se reactivaron.
Hay dos conceptos, en los que no me extenderé en demasía, que explican la rápida recuperación de Estados Unidos frente a Europa y su ventaja competitiva actual. El primero, denominado Euroesclerosis, habla de la menor competitividad de los mercados de trabajo europeos, por culpa de los subisidios al desempleo, el poder relativo de negociación salarial, que implica mayores costes de despido y salarios mínimos más altos; y de la menor competitividad en el mercado de bienes y servicios, que abordaremos luego en mayor detalle. El segundo concepto es la Histéresis, que explica cómo, a pesar de que los mercados europeos y sus instituciones eran más eficientes en épocas de fuerte crecimiento como la de los 70(y las tasas de desempleo más bajas que en Estados Unidos), tras fuertes perturbaciones las instituciones se mostraron incapaces de responder a estos shocks y contribuyeron poco a resolver el problema del desempleo, convirtiéndose más bien en un freno a la recuperación. Así, una tasa de elevado desempleo continua, provoca un aumento del desempleo a largo plazo y una pérdida de cualificación de los trabajadores desempleados, convirtiéndose en un círculo vicioso de difícil solución.
En términos empresariales, las diferencias entre Estados Unidos y los países de la UE son también notables. Por una parte, si observamos las mayores empresas en diversos sectores, se puede apreciar la presencia de compañías estadounidenses en el primer lugar del escalafón, cuando no copan el podio entero. Empresas como Google, Johnson & Johnson, Intel, Microsoft, Apple, Oracle, Walmart, Coca-Cola, Procter & Gamble y un larguísimo etcétera son un claro ejemplo de esta afirmación.
Por otra parte, y más destacado aún que el hecho de poseer las empresas más grandes del mundo, hay que notar la gran cantidad de empresas de tamaño medio y pequeño, que son sobre las que recae en gran medida la creación de empleo, y el porcentaje de emprendedores mucho más alto que tiene en comparación con Europa. A la postre, estos pequeños embriones de empresas que sobrevivan serán las compañías medianas o incluso grandes del futuro. El conocido sueño americano no es una simple frase hecha, sino que tiene su contrapartida en la vida real.
Por último, aunque los sistemas educativos públicos americanos dejan que desear, las grandes universidades privadas suponen un caldo de cultivo para la creación de empresas y para la formación de los mejores dirigentes difícilmente igualable por otras universidades del mundo. La Universidad de California, la de Harvard, el MIT y la de Stanford, por ejemplo, son auténticas mecas del saber científico y la innovación tecnológica. El gobierno y regulación de las universidades por las Administraciones europeas, por el contrario, supone una limitación objetiva de la libertad de acción de aquéllas. Debe notarse que, además, las universidades públicas de Estados Unidos reciben sólo una parte de su financiación de las Administraciones federal y estatal, al contrario de lo que sucede en Europa. Por lo tanto, la búsqueda continua de financiación privada y pública es un incentivo para mantener los niveles más altos de excelencia, contratando a los mejores talentos, sean cuales sean sus orígenes. Y éstos posteriormente se muestran agradecidos con la universidad que les vio desarrollarse como profesionales, realizando cuantiosas donaciones que permiten a la escuela realizar importantes proyectos y seguir captando el talento mundial: Efecto Cluster en estado puro.
Facebook, fenómeno de masas en los últimos tiempos, lo inventaron unos alumnos undergaduate de Harvard, por ejemplo.
En suma, la capacidad de reacción de Estados Unidos frente a esta multicrisis que afrontamos apunta a que será superior a la que demostrará Europa, desgraciadamente para nosotros, y en esa línea preferimos invertir al otro lado del Atlántico a igualdad del perfil de la oportunidad de inversión.
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