martes, 29 de abril de 2008

Pobres amigos..

Estaba esta mañana en una cafetería donde acostumbro a tomar un cortado a media mañana y un señor, que se ha fijado en lo que estaba leyendo, me ha preguntado:

-“Oiga ¿Usted se dedica a esto?..”

Al contestarle afirmativamente el buen hombre me ha hecho partícipe de todas sus preocupaciones en materia de inversión, no queriendo suplantar a nadie le he preguntado si tiene una persona que le asesore en estos temas.

- “Si, claro, tengo un amigo….”

Se me ha reflejado en la cara un asentimiento de comprensión por haber oído tantas veces la misma historia.

Existen estudios sobre los hábitos y tendencias de los inversores españoles. Uno de los datos más reveladores es que la gran mayoría de inversores se considera con un nivel de cultura financiera medio-bajo. Más de la mitad de los inversores ha buscado algún tipo de recomendación antes de tomar una decisión de inversión. Y lo que para mí es más preocupante es que hay un porcentaje considerablemente alto de inversores en que sus fuentes de asesoramiento son los amigos, conocidos o familiares. Este es el caso de este señor que me ha abordado en la cafetería.

Actualmente cualquier persona puede tener acceso a casi la misma cantidad de información que un profesional. Pero lo importante no está en tener alcance a ella si no en saber interpretarla y utilizarla.



A muchas personas, lamentablemente, un amigo les recomendó comprar acciones de Terra en sus máximos, o liquidar el depósito de renta fija y pasar el dinero a un fondo de Japón en los máximos del 99, o acudir con fe ciega a una OPV sin un final feliz, o los famosos fondos de tecnología… recuerdo que hasta el más profano recomendaba en círculos de amigos invertir directamente en empresas que cotizaban en el Nasdak.


Si para mí, como profesional, me resulta terriblemente duro ver como una recomendación mía no ha sido acertada, supongo que para esos amigos que lo hacían con toda la buena intención del mundo, ver los descalabros propios y ajenos debe ser bastante peor.

Los mercados actualmente están muy difíciles, muy complicados, no tengo ninguna certeza de cómo van a evolucionar. ¿Alguien me puede prestar a algún amigo?

sábado, 26 de abril de 2008

Groucho y yo.

La relectura de este capítulo del libro "Groucho y yo" escrito por el mismo Groucho Marx, nos parece muy adecuada en los tiempos que corren. Es el relato en primera persona de su ascensión y caída en los mercados bursátiles en el Wall Street de 1929.

Reflexiones sarcásticas, irónicas y amargas de la psicología que repiten (repetimos) cíclicamente los inversores en busca de la riqueza sin esfuerzo ni relación con la productividad. Al igual que en las guerras, la memoria histórica es efímera, y aún lo es más si los ciclos se repiten a intervalos de más de una vida. Es decir, hoy en día ya no quedan supervivientes en edad de invertir que en aquel 1929 tuvieran un cierto poder de inversión.

Tampoco podemos comparar la actual crisis y previsible recesión con el crack de 1929. Para empezar, el crack actual es de crédito y no de bolsa, aunque quizás sea aún más grave por ese hecho. Además la globalización de la información, los impulsos electrónicos en forma de dinero y la complejidad financiera actual, nada tienen que ver con el escenario de los alegres años veinte. Pero define a la perfección la sensación que hemos podido vivir recientemente en la última burbuja tecnológica, sin ir más lejos. Unos momentos en que "muchas de las agencias de Bolsa tenían más público que la mayoría de los teatros de Broadway", o en que los camareros y carniceros hablan de los mercados como si se tratara del partido del domingo.

En fin lo mejor será que os deje con el magistral texto original (aunque algo reducido) del Sr. Groucho Marx, un genio donde los haya, y mi selección al final de algunas perlas y comentarios:
"...Muy pronto un negocio mucho más atractivo que el teatral atrajo mi atención y la del país. Era un asuntillo llamado mercado de valores. Lo conocí por primera vez hacia 1926. Constituyó una sorpresa muy agradable descubrir que era un negociante muy astuto. O por lo menos eso parecía, porque todo lo que compraba aumentaba de valor. No tenía asesor financiero ¿Quién lo necesitaba? Podías cerrar los ojos, apoyar el dedo en cualquier punto del enorme tablero mural y la acción que acababas de comprar empezaba inmediatamente a subir. Nunca obtuve beneficios. Parecía absurdo vender una acción a treinta cuando se sabía que dentro del año doblaría o triplicaría su valor. Mi sueldo semanal era de unos dos mil, pero esto era calderilla en comparación con la pasta que ganaba teóricamente en Wall Street.

Disfrutaba trabajando en la revista pero el salario me interesaba muy poco. Aceptaba de todo el mundo confidencias sobre el mercado de valores. Ahora cuesta creerlo pero incidentes como el que sigue eran corrientes en aquellos días: Subí a un ascensor del hotel Copley Plaza, en Boston. El ascensorista me reconoció y dijo: - Hace un ratito han subido dos individuos, señor Marx, ¿sabe? Peces gordos, de verdad. Vestían americanas cruzadas y llevaban claveles en las solapas. Hablaban del mercado de valores y, créame, amigo, tenían aspecto de saber lo que decían. No se han figurado que yo estaba escuchándoles, pero cuando manejo el ascensor siempre tengo el oído atento. ¡No voy a pasarme toda la vida haciendo subir y bajar uno de estos cajones! El caso es que oí que uno de los individuos decía al otro: "Ponga todo el dinero que pueda obtener en United Corporation" […] Le di cinco dólares y corrí hacia la habitación de Harpo. Le informé inmediatamente acerca de esta mina de oro en potencia con que me había tropezado en el ascensor. Harpo acababa de desayunar y todavía iba en batín. -En el vestíbulo de este hotel están las oficinas de un agente de Bolsa -dijo-. Espera a que me vista y correremos a comprar estas acciones antes de que se esparza la noticia. -Harpo -dije-, ¿estás loco? ¡Si esperamos hasta que te hayas vestido, estas acciones pueden subir diez enteros!

De modo que con mis ropas de calle y Harpo con su batín, corrimos hacia el vestíbulo, entramos en el despacho del agente y en un santiamén compramos acciones de United Corporation por valor de ciento sesenta mil dólares, con una garantía del veinticinco por ciento.

Para los pocos afortunados que no se arruinaron en 1929 y que no estén familiarizados con Wall Street, permítanme explicar lo que significa esa garantía del veinticinco por ciento. Por ejemplo, si uno compraba ochenta mil dólares de acciones, sólo tenía que pagar en efectivo veinte mil. El resto se le quedaba a deber al agente. Era como robar dinero.

El miércoles por la tarde, en Broadway, Chico encontró a un habitual de Wall Street, quien le dijo en un susurro: -Chico, ahora vengo de Wall Street y allí no se habla de otra cosa que del Cobre Anaconda. Se vende a ciento treinta y ocho dólares la acción y se rumorea que llegará hasta los quinientos. ¡Cómpralas antes de que sea demasiado tarde! Lo sé de muy buena tinta. Chico corrió inmediatamente hacia el teatro, con la noticia de esta oportunidad. Era una función de tarde y retrasamos treinta minutos el alzamiento del telón hasta que nuestro agente nos aseguró que habíamos tenido la fortuna de conseguir seiscientas acciones. ¡Estábamos entusiasmados! Chico, Harpo y yo éramos cada uno propietarios de doscientas acciones de estos valores que rezumaban oro. El agente incluso nos felicitó. Dijo: - No ocurre a menudo que alguien entre con tan buen pie en una Compañía como la Anaconda.

El mercado siguió subiendo y subiendo. Cuando estábamos de gira, Max Gordon, el productor teatral, solía ponerme una conferencia telefónica cada mañana desde Nueva York, sólo para informarme de la cotización del mercado y de sus predicciones para el día. Dichos augurios nunca variaban. Siempre eran "arriba, arriba, arriba".

Hasta entonces yo no había imaginado que uno pudiera hacerse rico sin trabajar.

Max me llamó una mañana y me aconsejó que comprara unos valores llamados Auburn. Eran de una compañía de automóviles, ahora inexistente. -Marx -dijo- es una gran oportunidad. Pegará más saltos que un canguro. Cómpralo ahora, antes de que sea demasiado tarde. Luego añadió: -¿Por qué no abandonas el teatro y olvidas esos miserables dos mil semanales que ganas? Son calderilla. Tal como manejas tus finanzas, aseguraría que puedes ganar más dinero en una hora, instalado en el despacho de un agente de valores, que los que puedes obtener haciendo ocho representaciones semanales en Broadway.

-Max -contesté-, no hay duda de que tu consejo es sensacional. Pero al fin y al cabo tengo ciertas obligaciones con Kaufman, Ryskind, Irving Berlin y con mi productor Sam Harris. Los que por entonces no sabía era que Kaufman, Ruskind, Berlin y Harris también compraban a crédito y que, finalmente, iban a ser aniquilados por sus asesores financieros. Sin embargo, por consejo de Max, llamé inmediatamente a mi agente y le instruí para que me comprara quinientas acciones de la Auburn Motor Company.

Pocas semanas más tarde, me encontraba paseando por los terrenos de un club de campo, con el señor Gordon […] El día anterior, las Auburn habían pegado un salto de treinta y ocho enteros. Me volví hacia mi compañero de golf y dije: -Max, ¿cuanto tiempo durará esto? Max repuso, utilizando una frase de Al Jolson. -Hermano, ¡todavía no has visto nada!

Lo más sorprendente del mercado, en 1929, era que nadie vendía una sola acción. La gente compraba sin cesar.

Un día, con cierta timidez, hablé a mi agente acerca de este fenómeno especulativo. - No sé gran cosa sobre Wall Street - empecé a decir en son de disculpa- pero, ¿qué es lo que hace que esas acciones sigan ascendiendo? ¿No debiera haber alguna relación entre las ganancias de una compañía, sus dividendos y el precio de venta de sus acciones? Por encima de mi cabeza, miró a una nueva víctima que acababa de entrar en su despacho y dijo: - Señor Marx, tiene mucho que aprender acerrca del mercado de valores. Lo que usted no sabe respecto a las acciones serviría para llenar un libro.

- Oiga, buen hombre -repliqué-. He venido aquí en busca de consejo. Si no sabe usted hablar con cortesía, hay otros que tendrán mucho gusto en encargarse de mis asuntos. Y ahora ¿qué estaba usted diciendo?

Adecuadamente castigado y amansado, respondió: - Señor Marx, tal vez no se dé cuenta, pero éste ha cesado de ser un mercado nacional. Ahora somos un mercado mundial. Recibimos órdenes de compra de todos los países de Europa, de América del Sur e incluso de Oriente. Esta mañana hemos recibido de la India un encargo para comprar mil acciones de Tuberías Crane.

Con cierto cansancio pregunté: -¿Cree que es una buena compra? -No hay otra mejor -me contestó-. Si hay algo que todos hemos de usar son las tuberías. (Se me ocurrieron otras cuantas cosas más, pero no estaba seguro de que apareciesen en las listas de cotizaciones.) -Eso es ridículo -dije-. Tengo varios amigos pieles rojas en Dakota del Sur y no utilizan las tuberías. -Solté una carcajada para celebrar mi salida, pero él permaneció muy serio, de modo que proseguí-. ¿Dice usted que desde la India le envían órdenes de compra de Tuberías Crane? Si en la lejana India piden tuberías, deben de saber algo sensacional. Apúnteme para doscientas acciones; no, mejor aún, que sean trescientas.

Mientras el mercado seguía ascendiendo hacia el firmamento, empecé a sentirme cada vez más nervioso. El poco juicio que tenía me aconsejaba vender, pero, al igual que todos los demás primos, era avaricioso. Lamentaba desprenderme de cualquier acción, pues estaba seguro de que iba doblar su valor en pocos meses. En los periódicos actuales leo con frecuencia artículos relativos a espectadores que se quejan de haber pagado hasta un centenar de dólares por dos entradas para ver My Fair Lady (Personalmente opino que vale esos dólares.) Bueno, una vez pague treinta y ocho mil por ver a Eddie Cantor en el Palace.

[…] Cantor era vecino mío en Great Neek. Como era viejo amigo suyo cuando terminó la representación fui a verle en su camerino. […] Encanto -dijoCantor-, ¿qué te ha parecido mi espectáculo? Miré hacia atrás, suponiendo que habría entrado alguna muchacha. Desdichadamente no era así, y comprendí que se dirigía a mí. Eddie, cariño - contesté con entusiasmo verdadero-, ¡has estado soberbio! Me disponía a lanzarle unos cuantos piropos más cuando me miró afectuosamente con aquellos ojos grandes y brillantes, apoyó las manos en mis hombros y dijo: -Precioso, ¿tienes algunas Goldman Sachs? -Dulzura -respondí (a este juego pueden jugar dos)-, no sólo no tengo ninguna, sino que nunca he oído hablar de ellas ¿Qué es Goldman Sachs? ¿Una marca de harinas? Me cogió por ambas solapas y me atrajo hacia mí. Por un momento pensé que iba a besarme. -¡No me digas que nunca has oído hablar de las Goldman Sachs! -exclamó incrédulamente-. Es la compañía de inversiones más sensacional de todo el mercado de valores .

Luego consultó su reloj y dijo: -Hoy es demasiado tarde. La Bolsa está ya cerrada. Pero, mañana por la mañana, nene, lo primero que tienes que hacer es coger el sombrero y correr al despacho de tu agente para comprar doscientas acciones de Goldman Sachs. Creo que hoy ha cerrado a 156… ¡y a 156 es un robo! Luego Eddie me palmoteó una mejilla, yo le palmoteé la suya y nos separamos. ¡Amigo! ¡Qué contento estaba de haber ido a ver a Cantor a su camerino! Figurese, si no llego a ir aquella tarde al Teatro Palace, no hubiese tenido aquella confidencia.

A la mañana siguiente, antes del desayuno, corrí al despacho del agente en el momento en que se abría la Bolsa. Aflojé el veinticinco por ciento de treinta y ocho mil dólares y me convertí en afortunado propietario de doscientas acciones de la Goldman Sachs, la mejor compañía de inversiones de América.

Entonces empecé a pasarme las mañanas instalado en el despacho de un agente de Bolsa, contemplando un gran cuadro mural lleno de signos que no entendía. A no ser que llegara temprano, ni siquiera me era posible entrar. Muchas de las agencias de Bolsa tenían más público que la mayoría de los teatros de Broadway. Parecía que casi todos mis conocidos se interesaran por el mercado de valores. La mayoría de las conversaciones se limitaban a la cantidad que tal y tal valor habían subido la semana pasada, o cosas similares. El fontanero, el carnicero, el panadero, el hombre del hielo, todos anhelantes de hacerse ricos, arrojaban sus mezquinos salarios -y en muchos casos sus ahorros de toda la vida- en Wall Street.

Ocasionalmente, el mercado flaqueaba, pero muy pronto se liberaba la resistencia que ofrecían los prudentes y sensatos, y proseguía su continua ascensión. De vez en cuando algún profeta financiero publicaba un artículo sombrío advirtiendo al público que los precios no guardaban ninguna proporción con los verdaderos valores y recordando que todo lo que sube debe bajar. Pero apenas si nadie prestaba atención a estos conservadores tontos y a sus palabras idiotas de cautela.

Incluso Barney Baruch, el Sócrates de Central Park y mago financiero americano, lanzó una llamada de advertencia. No recuerdo su frase exacta, pero venía a ser así: "Cuando el mercado de valores se convierte en noticia de primera página, ha sonado la hora de retirarse." Yo no estaba presente cuando la Fiebre del Oro del cuarenta y nueve. Me refiero a 1849. Pero imagino que esa fiebre fue muy parecida a la que ahora infectaba al todo el país.

El presidente Hoover estaba pescando y el resto del gobierno federal parecía completamente ajeno a lo que sucedía. No estoy seguro de que hubiesen conseguido algo aunque lo hubieran intentado, pero en todo caso el mercado se deslizó alegremente hacia su perdición.

Un día concreto, el mercado comenzó a vacilar. Unos cuantos de los clientes más nerviosos fueron presos del pánico y empezaron a descargarse. Eso ocurrió hace casi treinta años y no recuerdo las diversas fases de la catástrofe que caía sobre nosotros, pero así como al principio del auge todo el mundo quería comprar, al empezar el pánico todo el mundo quiso vender. Al principio las ventas se hacían ordenadamente, pero pronto el pánico echó a un lado el buen juicio y todos empezaron a lanzar al ruedo sus valores que por entonces solo tenían el nombre de tales. Luego el pánico alcanzó a los agentes de Bolsa, quienes empezaron a chillar reclamando garantías adicionales. Esta era una broma pesada, porque la mayor parte de los accionistas se habían quedado sin dinero, y los agentes empezaron a vender acciones a cualquier precio. Yo fui uno de los afectados. Desdichadamente, todavía me quedaba dinero en el Banco. Para evitar que vendieran mi papel empecé a firmar cheques febrilmente para cubrir las garantías que desaparecían rápidamente. Luego, un martes espectacular, Wall Street lanzó la toalla y sencillamente se derrumbó.

Eso de la toalla es una frase adecuada, porque por entonces todo el país estaba llorando. Algunos de mis conocidos perdieron millones. Yo tuve más suerte. Lo único que perdí fueron doscientos cuarenta mil dólares (o ciento veinte semanas de trabajo, a dos mil por semana). Hubiese perdido más pero era todo el dinero que tenía. El día del hundimiento final, mi amigo, antaño asesor financiero y astuto comerciante, Max Gordon, me telefoneó desde Nueva York. [...] Todo lo que dijo fue: "¡La broma ha terminado!" Antes de que yo pudiese contestar el teléfono se había quedado mudo...se suicidó.

En toda la bazofia escrita por los analistas del mercado, me parece que nadie hizo un resumen de la situación de una manera tan sucinta como mi amigo el señor Gordon. En aquellas palabras lo dijo todo.

Desde luego, la broma había terminado. Creo que el único motivo por el que seguí viviendo fue el convencimiento consolador de que todos mis amigos estaban en la misma situación. Incluso la desdicha financiera, al igual que la de cualquier otra especie, prefiere la compañía. Si mi agente hubiese empezado a vender mis acciones cuando empezaron a tambalearse, hubiese salvado una verdadera fortuna. Pero como no me era posible imaginar que pudiesen bajar más, empecé a pedir prestado dinero del Banco para cubrir las garantías.

Las acciones de Cobre Anaconda se fundieron como las nieves del Kilimanjaro (no creais que no he leído a Hemingway), y finalmente se estabilizaron a 2 7/8. La confidencia del ascensorista de Boston respecto a United Corporation se saldó a 3,50. Las habíamos comprado a 60. La función de Cantor en el Palace fue magnífica ¿Goldman-Sachs a 156 dólares? Cuando la máxima depresión del mercado, podía comprárselas a un dólar por acción. El ir al desahucio financiero no constituyó una pérdida total. A cambio de mis doscientos cuarenta mil dólares obtuve un insomnio galopante, y en mi círculo social el desvelamiento empezó a sustituir al mercado de valores como principal tema de conversación..."
Groucho y yo (Groucho Marx).

Permitidme que remarque algunas perlas que me parecen especialmente aleccionadoras:
  • "Hasta entonces yo no había imaginado que uno pudiera hacerse rico sin trabajar"
  • "¿No debiera haber alguna relación entre las ganancias de una compañía, sus dividendos y el precio de venta de sus acciones?"
  • "Constituyó una sorpresa muy agradable descubrir que era un negociante muy astuto"
  • "No tenía asesor financiero ¿Quién lo necesitaba?"
  • "Nunca obtuve beneficios. Parecía absurdo vender una acción a treinta cuando se sabía que dentro del año doblaría o triplicaría su valor."
  • "Mi sueldo semanal era de unos dos mil, pero esto era calderilla en comparación con la pasta que ganaba teóricamente en Wall Street."
  • "...si uno compraba ochenta mil dólares de acciones, sólo tenía que pagar en efectivo veinte mil. El resto se le quedaba a deber al agente. Era como robar dinero."
***
  • "Al principio las ventas se hacían ordenadamente, pero pronto el pánico echó a un lado el buen juicio y todos empezaron a lanzar al ruedo sus valores que por entonces solo tenían el nombre de tales. Luego el pánico alcanzó a los agentes de Bolsa, quienes empezaron a chillar reclamando garantías adicionales. Esta era una broma pesada."
  • "Desdichadamente, todavía me quedaba dinero en el Banco. Para evitar que vendieran mi papel empecé a firmar cheques febrilmente para cubrir las garantías que desaparecían rápidamente. "
  • "Pero como no me era posible imaginar que pudiesen bajar más, empecé a pedir prestado dinero del Banco para cubrir las garantías."
  • "Incluso la desdicha financiera, al igual que la de cualquier otra especie, prefiere la compañía."
  • "Luego, un martes espectacular, Wall Street lanzó la toalla y sencillamente se derrumbó."
  • "-La broma ha terminado" (...) "En toda la bazofia escrita por los analistas del mercado, me parece que nadie hizo un resumen de la situación de una manera tan sucinta como mi amigo el señor Gordon...": "La broma ha terminado..."
******
Desde luego, la broma terminó, pero lamentablemente se trata de una broma cíclica.

Ahora sigamos escribiendo "bazofia" como el resto de analistas de mercados.

Mil gracias Sr. Groucho Marx, genio y figura.

miércoles, 23 de abril de 2008

Como poner fin a la crisis de crédito sub-prime

Durante el pasado mes de marzo, Paul Craig Roberts, prestigioso economista norteamericano quien, entre otros cargos, fue asistente del ministro de finanzas durante el primer mandato de Ronald Reagan, realizó unas declaraciones sobre como acabar con la crisis de crédito.

Las reformas, decía, a menudo causan mas perjuicios que beneficios. Es el caso actualmente con la norma de valoración a precio de mercado, que está haciendo implosionar el sistema financiero Norte Americano obligando a las instituciones financieras a valorar los prestamos hipotecarios de alto riesgo a su valor de mercado corriente.

Esto causa grandes problemas a los balances. Estos títulos financieros se han convertido en problemáticos antes que se haya creado un mercado para ellos ya que son comercializados directamente del emisor al inversor. Ahora que están en dificultades y que su verdadero valor es desconocido, nadie los quiere. La dificultad de convertirlos en líquido les atribuye poco valor.

Esto provoca una gran presión en los balances. La fuerte depreciación del valor de los productos derivados del subprime empuja a las instituciones financieras que los poseen a la insolvencia, destruye sus stocks de valores y les obliga a vender sus capitales líquidos no perturbados, provocando así el declive global del mercado bursátil.

La solución consiste en suspender la norma de valoración a precio de mercado, así las instituciones estarían autorizadas a guardar sus títulos en dificultad a un valor contable razonable, es decir 85 a 90% de su valor contable hasta que la creación de un mercado organizado de estos activos pueda poner orden y permita a las instituciones financieras valorar los prestamos hipotecarios subprime y los otros títulos problemáticos a un valor de mercado real, no de pánico.

Suspender la norma de valoración a precio mercado debería acabar con la presión de los mercados bursátiles, hacer inútil la bajada de tipos de interés, de la FED, con el objetivo de forzar liquidez en la economía a través de un sistema bancario cojo. El problema real de fondo no es una falta de liquidez, sino el valor de liquidación de unos nuevos títulos financieros mal concebidos. Los bajos tipos de interés pueden agravar la crisis acelerando la caída del dólar. Ahora que empieza a repuntar la inflación, mas liquidez por parte de la FED agrava la situación económica.

Es del todo insensato permitir que una reforma genere una crisis financiera, pero es lo que está pasando. Desgraciadamente hay quien sostiene que haría falta una Armageddon financiero para crear un “peligro moral”.

​​ ​​Es evidentemente cierto que la titulización de prestamos hipotecarios de alto riesgo fue una mala idea, que mucha gente, que debería haber tenido mas conocimiento, abrió las válvulas a la codicia y al fraude, y que “alguien debe pagar”. Pero no debería ser ni el público en general ni la economía quien pague.

​​​Es igualmente cierto que, sin los irresponsablemente bajos tipos de interés de la política monetaria de la reserva Federal, que gestaron el boom inmobiliario, los títulos de la deuda de alto riesgo, nunca hubieran sido creados, o al menos no en tales cantidades. El rápido movimiento alcista de los precios inmobiliarios debía, en teoría, dar vialidad a los prestamos de alto riesgo. ¿En que pensaban los emisores de deuda y la Reserva Federal?

​​​No hay ninguna duda en que la codicia, el fraude y la medidas erróneas han tenido su parte de culpa. Pero el epicentro del problema es la “reforma” de 1.999 que derogaba una reforma precedente conocida como la Glass-Stegall Act.

​​​​En 1933 la Glass-Steagall Act separaba el negocio de los valores mobiliarios de las operaciones de bancos comerciales. Impedía que la especulación sobre los títulos pudiera destruir el capital bancario, disminuía los depósitos bancarios de los bancos en quiebra y los bancos estaban ligados a los depositantes. En 1.999 El Congreso y el Presidente Bill Clinton derogaban estúpidamente la Glass-Steagall Act.

La derogación de la ley de 1933 fue motivada por la sed de beneficios en el sector bancario y por la ideología del “mercado libre”, que pretende que el mercado libre es siempre superior al mercado regulado. Forzando la derogación, El Congreso y Clinton no tuvieron en cuenta los advertencias del General Accounting Office (GAO, Oficina general de contabilidad) quienes avisaron que los bancos debían constituir sus fondos propios antes de ser autorizados a iniciarse en el amplio espectro de los títulos de empresas. El GAO advirtió también que no existían en ese momento estructuras de regulación para supervisar la nueva red financiera que resultaría de la supresión del muro entre los bancos comerciales y bancos de inversión.

​El resultado es que la codicia y la ideología salieron vencedores frente a los sabios consejos. El resultado, una crisis que, si es mal gestionada, será desastrosa.

Paul Craig Roberts fue Asistente del Ministro de Finanzas durante el primer mandato del Presidente Reagan. Fue redactor adjunto en el Wall Street Journal What-Murdoch-Must-Do-With-Dow-Jones . Ha desem- peñado varios puestos universitarios, entre ellos una cátedra de profesor en la Fundación William E. Simon, en el Centre for Strategic International Studies en la Universidad de GeorgeTown, estuvo a cargo de la unidad de investigación superior en la Hoover Institution y en la Universidad de Stanford. Autor de Supply-Side Revolution : An insider account of policymaking in Washington, de Alienation and the Soviet economy y de Meltdown : Inside the Soviet Economy y es co-autor junto con Lawrence M. Stratton de The Tyranny of good intentions : How Prosecutors and Bureaucrats are trampling the constitution in the name of justice. Fue condecorado con la Legion d’Honneur por el presidente francés François Mitterrand.

lunes, 21 de abril de 2008

La química inestable de la molécula económica.

Según podemos ver en el gráfico anterior, del siempre interesante blog de Investorsconundrum y elaborado por Bank of America, el spread existente para el CDX IG (Credit Default swap norteamérica) al que cotizan las emisiones de deuda con grado de inversión respecto al tipo oficial del dinero, es decir riesgo de insolvencia cero, es elevadísimo. Hasta aquí, relativamente comprensible dada la desconfianza habida en ese tipo de RF y a la sequedad de dicho mercado. Pero lo realmente asombroso es que, tal y como se observa en el gráfico, estos niveles de spread deberían corresponderse con niveles de RV muchísimo más bajos. Específicamente en el gráfico vemos la cotización del S&P 500, que históricamente ha cotizado muy por debajo de los 1000 puntos cuando los niveles de spread de la deuda (CDX NA IG Index Spread) han alcanzado el nivel de 150 bps.

En los últimos 9 meses, y coincidiendo con la crisis mundial crediticia, esta relación históricamente conservada entre el spread de la deuda y los mercados bursátiles ha saltado por los aires como jamás se había visto. Por ello, y por otros motivos, venimos advirtiendo hace meses que estamos haciendo historia económica. Lo que está ocurriendo en la actualidad está siendo erróneamente comparado con el crack del 1929. Es muy distinto. Y me atrevería a decir que mucho más trascendente.

Vamos a explicar y a analizar detenidamente lo que hemos dicho hasta ahora:

El spread a que cotiza el yield de una emisión es la diferencia que una empresa (o estado) debe pagar de más por encima del tipo de interés oficial para que la deuda que pretende colocar entre los inversores sea atractiva y pueda venderla. Lógicamente, cuanta mayor sea la confianza en esa empresa, menor será el diferencial sobre el tipo oficial que deberá pagar a los inversores para que estos les presten su dinero a cambio de estos pagarés, bonos, etc. Obviamente a menor confianza el diferencial se disparará. En la actualidad dicho spread alcanza niveles altísimos debido a la desconfianza reinante desde el pasado verano. Por lo tanto los seguros o coberturas Credit Default swaps, cuyo índice sobre estos CDX se muestran en el gráfico del encabezado, se encarecen proporcionalmente. Podéis compararlo con este gráfico de la derecha correspondiente al spread sobre el tipo del Tesoro americano a 5 años que había en el 2004. Además, hoy en día el mercado está tan seco que se pueden sufrir diferenciales en la propia cotización de la deuda entre bid y ask (oferta y demanda) verdaderamente demenciales.

Lo que el gráfico y la lógica nos dicen es que siempre ha existido una relación entre la confianza o desconfianza en la deuda emitida por una empresa, y la confianza o desconfianza de los inversores en la cotización de las acciones de dichas empresas en la bolsa. Es decir, cuanta mayor confianza en la deuda corporativa, menor spread sobre el tipo oficial, menor CDX y mayor cotización en bolsa de sus títulos. Y viceversa. Absolutamente racional y hasta hoy ley universal de la economía moderna. Pues bien, desde que estalló la llamada crisis de crédito, esta relación lógica ha dejado de existir.

Hoy vemos que la desconfianza en la deuda corporativa con grado de inversión es enorme y por lo tanto sus spreads y costes de coberturas son de escándalo. Pero sin embargo las cotizaciones en bolsa de dichas empresas, que conservan casi intactos sus ratings de solvencia (paradoja irrelevante por la falta de credibilidad de las calificadoras en los últimos tiempos) siguen a niveles que distan mucho de la desconfianza, aunque se encuentren ya oportunidades value. Es decir, ¡los inversores de bolsa siguen confiando en sus títulos pero paradójicamente no en su deuda! Ilógico, sí. Inestable, también.

Este escenario, por lo tanto, tenderá a buscar su estabilidad en los próximos meses, sin duda. Como lo hace cualquier enlace químico en su camino molecular. La pregunta del millón es de qué lado se va a estabilizar: Puede recuperarse la confianza en la deuda corporativa disminuyendo los spreads actuales y aumentando el precio de la cotización actual de la RF; o bien perderse la confianza en los valores que cotizan en bolsa, en cuyo caso veríamos minusvalías en la RV como auguró la pasada semana Goldman Sachs para el S&P 500.

Personalmente creo que es más factible, y por supuesto deseable, la primera opción (con su permiso, Sres. analistas de Goldman Sachs). Porque ante el estallido de la burbuja inmobiliaria y crediticia, parece que los mercados de RV se hayan tomado como un cierto refugio inversor, aunque yo mismo me sorprenda de lo que acabo de decir. Con esta inmunidad sorprendente que parece tener la RV a la desconfianza reinante, la estabilización bien podría llegar vía recuperación de la confianza en la deuda corporativa con grado de inversión ya que hoy por hoy los fundamentales de empresas no financieras siguen siendo sólidos. Por su parte, los de las financieras quizás estén mayoritariamente ya descontados, vía cotizaciones actuales, publicaciones de resultados y provisiones de fondos para pérdidas de próximos ejercicios. Esto alejaría el fantasma de la profundización del ciclo bajista iniciado en los mercados de RV hace ya prácticamente un año, devolvería la confianza, y por supuesto estabilizaría a su vez el gráfico del encabezado reduciendo a niveles razonables los spreads. De hecho hoy ya se encuentra ligeramente por encima de 100, aunque la volatilidad de estos índices sigue batiendo récords.

Me parece claro que hay un gran flujo inversor en busca de pozos seguros, que está desconcertado y atrincherado en depósitos bancarios. Es cierto que otros flujos se han aventurado en pozos especulativos de materias primas, divisas o inversiones alternativas, pero parece claro que hay un gran potencial de inversión tradicional a la espera de fluir (hoy en depósitos y deuda soberana AAA) en cuanto se recupere la confianza en el Sistema. Incluso me atrevería a decir que la desconfianza podría estar ya muy descontada, a excepción de la desconfianza en la RV que, como ya hemos explicado, podría llegar de la mano de malos resultados corporativos que estabilizarían también el escenario actual vía caídas de las bolsas, y en cuyo caso los spreads de la RF investment grade se mantendrían batiendo marcas en el tiempo dando lugar a una crisis global nunca vista.

Resumiendo, podríamos contemplar una estabilización del sistema en dos escenarios muy distintos: El de la confianza y el de la desconfianza. En el primero, el spread de la RF con grado de inversión disminuiría y la RV podría seguir flat o incluso emprender nuevos rallies gracias a los flujos latentes mencionados. Mientras que en el segundo, la RF seguiría muy castigada y veríamos en los próximos meses resultados muy negativos de las grandes empresas arrastradas por cifras macroeconómicas recesionistas pésimas. Eso nos llevaría a ver caídas bursátiles muy abultadas, al menos en el primer mundo. Aunque los mercados emergentes podrían verse menos o incluso nada afectados.

No obstante, tengamos en cuenta que cuando las reacciones de los mercados parecen obvias, siempre aparece un black swan que deja en evidencia a los faltos de humildad...

En definitiva contemplamos dos escenarios opuestos, pero ambos estabilizarían el desajuste aberrante que hoy en día sufre la RF y la RV, la confianza y la desconfianza. Lo que nos parece inviable es que se prolongue en el tiempo la situación actual porque es inestable. Y la tendencia a buscar la estabilidad, como en la química molecular, debería ser una ley difícil de obviar a medio y largo plazo. Como dije en un comentario a este interesante artículo de Kretan:

Se discute si habrá deflación o hiperinflación, estabilización hacia la confianza o la desconfianza, etc... pero no seguiremos en tierra inestable de nadie durante mucho tiempo.

Jamás la Economía fue tan global y tan próxima al Yin y al Yang.
¿No os parece?

viernes, 18 de abril de 2008

Hoy hace un año...20 de Abril del 2007.

Esta aventura filantrópica a la que dimos forma de blog ya hace un año, se ha convertido en una de nuestras mayores satisfacciones. En estos 12 meses hemos atendido centenares de consultas vía correo electrónico que han derivado la mayoría de veces en conversaciones telefónicas, sin duda, muy útiles y provechosas.

Nos gustaría desde la perspectiva de un año de andanza conjunta con nuestros lectores, poder repasar a modo de revival algunos artículos de justo un año antes. Evidentemente no todos se mantendrán vigentes, pero nos gusta el reto de releer a toro pasado las reflexiones y recomendaciones que dimos 12 meses antes. Sinceramente pensamos que puede ser aleccionador para todos, incluidos nosotros, por supuesto. De hecho, si realizamos esta relectura con otros artículos de analistas y asesores, generalmente la mayoría de textos soportan muy, pero que muy mal el paso del tiempo. Haced la prueba y lo comprobaréis, a veces resulta hasta tristemente divertido tratándose de consejos económico-financieros. También nos parece muy interesante releer vuestros comentarios ad hoc, aunque en este primero todavía no los hubiera (quizás no habían ni siquiera muchos lectores:), ya que este blog filantrópico que confeccionamos conjuntamente día a día, es esencialmente de todos y para todos. Por ello, creemos que también serán muy interesantes vuestros comentarios y críticas actuales a las reflexiones que hicimos hace 12 meses.

En este primer revival, encontramos nuestra reflexión acerca de la importancia de comenzar a invertir y diseñar la progresión de nuestro patrimonio a largo plazo, a una temprana edad. Cuanto antes mejor. Además también advertíamos ya hace exactamente un año de los peligros del endeudamiento abusivo a nivel personal. Hoy a nadie ya se le escapan los resultados tan nocivos que este endeudamiento ha causado en las personas y en la Economía global.

Sin más, aquí va el link del artículo fechado el 20 de Abril del 2007 titulado:
A los 30 es demasiado tarde. O "Endéudate con moderación. Es tu responsabilidad."
Esperamos vuestras críticas y comentarios de lo escrito hace un año, desde la perspectiva que tenemos hoy. Seguro que resultará un ejercicio muy interesante.

martes, 15 de abril de 2008

La recesión de doble repliegue o el Armageddon de Stephen Roach.

Según lo publicado recientemente, Goldman Sachs advierte de un segundo repliegue recesionista en el 2009. Suponiendo que el primero debe ser el que se está viviendo en el presente, alerta de que el S&P 500 puede sufrir caídas importantes a consecuencia de los malos resultados de las grandes empresas, visto lo visto en General Electric (GE) por ejemplo. Razonable a todas luces, pero lo curioso del tema es que llevan más de 5 años y medio de retraso respecto a lo que ya advirtió en su día Stephen S. Roach cuando era el economista jefe de Morgan Stanley.

Es cierto que Stephen Roach es conocido como el "bajista perpetuo", y que algunos diréis que cuando alguien pronostica sistemáticamente escenarios catastróficos, lamentablemente algún día va a acertar y a colgarse muchas medallas como gurú financiero. Pero lo extraordinario es que el razonamiento lo hizo a mediados de septiembre del 2002 y su previsión pesimista del panorama económico fue la siguiente: Advirtió de que si los EE.UU. entraban en guerra con Irak, se produciría una escalada muy importante del precio del petróleo, que por ese entonces estaba a 28 $/barril. También señaló que la desproporción entre las rentas inmobiliarias y los precios de venta eran las mayores de la historia de los USA e insostenibles por mucho tiempo. Esa descorrelación debería provocar el estallido de la burbuja inmobiliaria. Advertía también del riesgo del estallido de la burbuja del consumo, asi como de la deflación, que según su criterio, amenazaba ya en el horizonte de la mayor economía del planeta. Por ello, reclamaba al flamante presidente de la FED Greenspan que rebajara el tipo de interés del $ del 1,75 (el más bajo en 40 años) al 1%. También señalaba la necesidad de que la relajación de la política monetaria se tradujera en un dólar débil. Finalmente advertía que, dada la enorme ponderación de la economía norteamericana en las cifras totales del planeta (21% del PIB mundial en el 2002), la recesión podría volver a estar presente y a globalizarse. En este punto, quizás Roach no intuyó la progresión espectacular de las economías emergentes, especialmente la china. Y por ello, hoy en día la discusión se centre más en la capacidad de dichas economías en plena expansión para contrarrestar los efectos recesionistas del primer mundo. No obstante posiblemente éstas no sean lo suficientemente fuertes y acaben claudicando ante la recesión global. Aunque personalmente creo y espero que no sea así.

No olvidemos que en aquel momento el euro cotizaba a 0,9750 $ y los analistos hablaban de la debilidad del $ causada por la flaqueza de su economía. Evidentemente, nadie preveía una futura crisis subprime ni las inyecciones de liquidez necesarias para engranar una maquinaria que jamás pensamos que podría dejar de funcionar. Recordemos la evolución de los tipos que aplicó Greenspan en los años siguientes: Bajada hasta el 1% en Junio 2004 y a partir de ahí escalada hasta el 5.25% en los siguientes 2 años. Como hemos visto todos, desde octubre del pasado año la FED ha tenido que realizar un descenso de emergencia por la despresurización de la cabina. Pero lo que es evidente es que Stephen Roach hizo una predicción muy, pero que muy aproximada a la evolución hasta nuestros días.

No obstante sus premoniciones no han evitado la implicación en la crisis crediticia de Morgan Stanley. Quizás el consejo de administración se había acostumbrado demasiado al visionario catastrofista de Roach y por ello lo desterraron en forma de ascenso a Chairman de las operaciones de Morghan Stanley en Asia. La nebulosa de la afectación real de este, como de casi todos los bancos sigue sin aclararse, y el mercado descuenta con palos de ciego lo que buenamente puede o intuye. Hasta hoy parece que sólo JP Morgan se salva de la quema bursátil. Pero sólo hasta hoy y sólo lo parece.

Quizás Stephen Roach hizo muchas declaraciones incendiarias a lo largo de su carrera que acabaron en nada. Es posible que estemos ensalzando oportunísticamente a alguien que se equivocó sistemáticamente en tiempos de bonanza. Pero si nos centramos en el timing de su predicción, realmente nos impresiona. Advierte de la más que probable guerra de Irak meses antes de la resolución 1441 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidad aprobada el 8 de noviembre del 2002. Muchísimo antes de la famosa cumbre de las Azores del 16 de marzo de 2003. Pero lo más importante es que supo prever la escalada del precio del crudo desde los 28$/barril y sus efectos recesionistas. Si el aumento del precio del petróleo se hubiera producido sin la invasión de Irak, hoy la situación de los EE.UU. sin ese petróleo sería mucho más comprometida. Pero no seré yo quien justifique esa ni ninguna otra guerra.

Quizás ni en su peor escenario Roach contempló el petróleo a 110 $. Pero cierto es que la obligada depreciación del $/€, que ha pasado del 0,9759 de aquel entonces al 1.5850 de hoy, y la apropiación del petróleo de Irak han permitido que el Paciente Americano no sea ya cadáver, como tantos otros civiles y militares.

A continuación os copio el extracto de su predicción de Armageddon económico que detalló off the record entre un selecto grupo de managers de fondos, sin periodistas, pero cuyos fundamentos se filtraron al Boston Herald. Atención a la fecha: 24 de Noviembre de 2004.

America has no better than a 10 percent chance of avoiding economic "Armageddon."

Roach sees a 30 percent chance of a slump soon and a 60 percent chance that "we'll muddle through for a while and delay the eventual Armageddon."

The chance we'll get through OK: one in 10. Maybe.

In a nutshell, Roach's argument is that America's record trade deficit means the dollar will keep falling. To keep foreigners buying T-bills and prevent a resulting rise in inflation, Federal Reserve Chairman Alan Greenspan will be forced to raise interest rates further and faster than he wants.

The result: U.S. consumers, who are in debt up to their eyeballs, will get pounded.

Less a case of "Armageddon," maybe, than of a "Perfect Storm."

Roach marshaled alarming facts to support his argument.

To finance its current account deficit with the rest of the world, he said, America has to import $2.6 billion in cash. Every working day.

That is an amazing 80 percent of the entire world's net savings.

Sustainable? Hardly.

Meanwhile, he notes that household debt is at record levels.

Twenty years ago the total debt of U.S. households was equal to half the size of the economy.

Today the figure is 85 percent.

Nearly half of new mortgage borrowing is at flexible interest rates, leaving borrowers much more vulnerable to rate hikes.

Americans are already spending a record share of disposable income paying their interest bills. And interest rates haven't even risen much yet.

You don't have to ask a Wall Street economist to know this, of course. Watch people wielding their credit cards this Christmas.

Roach's analysis isn't entirely new. But recent events give it extra force.

The dollar is hitting fresh lows against currencies from the yen to the euro.

Its parachute failed to open over the weekend, when a meeting of the world's top finance ministers produced no promise of concerted intervention.

It has farther to fall, especially against Asian currencies, analysts agree.

The Fed chairman was drawn to warn on the dollar, and interest rates, on Friday.

Roach could not be reached for comment yesterday. A source who heard the presentation concluded that a "spectacular wave of bankruptcies" is possible.

Smart people downtown agree with much of the analysis. It is undeniable that America is living in a "debt bubble" of record proportions.

But they argue there may be an alternative scenario to Roach's. Greenspan might instead deliberately allow the dollar to slump and inflation to rise, whittling away at the value of today's consumer debts in real terms.

Inflation of 7 percent a year halves "real" values in a decade.

It may be the only way out of the trap.

Higher interest rates, or higher inflation: Either way, the biggest losers will be long-term lenders at fixed interest rates.

You wouldn't want to hold 30-year Treasuries, which today yield just 4.83 percent.

Manda huevos.

domingo, 13 de abril de 2008

La Operación Triunfo de Rebuzner.

José Mª Díaz Vallejo ha sido seleccionado para entrar en la Academia.

Lógicamente ahora deberá aprender y esforzarse mucho, pero está dentro. Donde la mayoría de jóvenes promesas querrían estar. Donde muchos quedan nominados de por vida y de donde algunos son dramáticamente expulsados para no volver jamás.

Para ser artista hay que tener Talento, y JMDV lo tiene. Pero no va a ser fácil. En la Academia la disciplina de los benchmarks va a ser tremenda. Además, los profesores no van a tener la paciencia de enseñare durante mucho tiempo, sino que deberá aprender por sí sólo. A golpes.

Es difícil invertir tu propio dinero, pero aún lo es más invertir el dinero de los clientes. Si se manejan cantidades anónimas sin llegar a tratar con el propietario del dinero, el trabajo se vuelve mucho más aséptico, no más fácil pero sí más objetivo y profesional. Pero si se conoce al Cliente hasta el extremo que lo hace un Family Office, con un estudio exhaustivo de sus circunstancias personales y familiares, las emociones pueden interferir en la profesionalidad. Por eso un Counsellor no debería gestionar, y un gestor no debería ser Counsellor de los propietarios de los activos que gestiona.

José Mª, en la Academia crecerás y mejorarás en casi todos los aspectos. Pero en algunos quizás te perjudique: Allí puedes encontrar otros aspirantes a triunfitos que quizás no sean la mejor compañía, pero lo más peligroso es toparte con profesores mediocres, que los hay y muchos. Además, la integridad es algo que, no sólo se debe traer de casa, sino que se puede perder fácilmente en la Academia. Los benchmarks, las comisiones y la competitividad en los resultados, malogran la gran mayoría de talentos. Si eso sucede, José Mª, cambia de Academia. Hay muchas y sólo algunas muy buenas. Pero en mi opinión la mejor de todas será la que tú y algún que otro socio, puedas crear en el futuro. Un auténtico crack no debe serlo sólo en el deporte sino en todo, en la vida. Debe serlo en lo profesional pero también en lo personal. En la Academia puedes aprender a ser mejor gestor pero no mejor persona. Y eso es esencial para triunfar en la vida y para forjar una trayectoria de la que te puedas sentir orgulloso cuando tengas hijos y nietos. Además puedo asegurarte que es un ingrediente esencial, aunque no suficiente, para el éxito.



Disculpa mi arrogancia por darte consejos como su estuviera en posesión de la verdad. Nada más lejos, no soy nadie para hacerlo. Pero desde la Humildad que tanto recomiendo a los inversores, y desde una cierta experiencia, me gustaría decir lo siguiente a los profesores que te hicieron el casting y también a los triunfitos de tu nueva Academia, sea cual sea, y que posiblemente sigan leyendo por estos barrios: Cuidad muy bien de JMDV, os lleváis un talento y lo sabéis. Al fin y al cabo, arrieritos somos...



Entras en la academia mañana lunes 14 de Abril de 2008. Ya nos avisarás, José Mª, cuando hagas tu primera gala en directo. Todos tus vecinos seguiremos con mucho interés tu actuación y te apoyaremos para que te elijan favorito. Pero si te nominan (o tú les nominas a ellos) cambia de Academia sin ningún miedo, hay muchas que estarían encantadas de ayudarte a triunfar.

Una vez más, muchísimas felicidades, salud y €. Nos vemos.

jueves, 10 de abril de 2008

IMF y el trillón americano.

945.000 millones de $. Casi un billón español, o un trillón americano, que impresiona más. Estas son las cifras potenciales que se han calculado como pérdidas causadas ycausables por la exposición al mercado de hipotecas americano y productos estructurados afines. De éstas, hasta hoy han aflorado sólo una cuarta parte. Pero no obstante si, y sólo si, los datos de IMF son fiables, estamos viendo la luz al final del túnel. Ya lo dijimos allá por el mes de septiembre justo después del pánico crediticio del mes de agosto que algunos vieron como el fin del Sistema, aunque desde entonces la economía global se ha deteriorado en caída libre. Pero ahora ya no lo dice unblogguero optimista en plena caída veraniega sino el IMF . La luz está lejos, la salida está en el punto kilométrico 945.000 y con toda probabilidad muchos quedarán en el camino. Pero tiene un final aparentemente cuantificado.

Os recomiendo a los que todavía no lo hayáis hecho que echéis un vistazo al resumen del informe de IMF de 28 páginas en español con vídeo incluido. No deja de ser una opinión como tantas se han escrito en blogs y periódicos de manera acertada o desacertada, caótica perosiempre LIBRE. En el caso del IMF es una versión oficial plasmada y cuantificada en negro sobre blanco, y mucho más realista que las versiones políticas que hasta la fecha se han dado. Hay que tener este informe en cuarentena (como todos) pero es de agradecer su publicación. Alguien debía hacerlo.

Como ya dijimos, el pánico a lo desconocido es mucho más nocivo para la confianza necesaria en el sistema económico que el pánico a las cifras ytimings conocidos. Además, a pesar de que las crisis bancarias y las salidas de los armarios de basura crediticia habidas hasta hoy sean sólo la punta deliceberg, el mercado posiblemente ha descontado ya mucho más de la mitad de esta crisis.

Evidentemente la RV es la menos afectada por este descuento, pero es que quizás sea el pozo donde el flujo de inversión procedente de la RF se haya refugiado. ¿Quién iba a decir que alguna vez se podría considerar refugio la RV, verdad?

Alguno pensará: ¿Cómo puede considerarse que la RV haya sido receptor de flujos de dinero si ha sufrido bajadas desde hace varios meses? La respuesta es que con la que está cayendo, es decir con la desconfianza que existe en laRF, en el sistema crediticio, con las materias primas batiendo records, etc..., las bolsas deberían haber caído mucho más. La confianza no ha abandonado por completo a la bolsa por el momento.

Este refugio de RV es un pozo mucho más amplio y profundo que el de la RF, con lo cual su potencial de absorber flujos procedentes de materias primas y depósitos bancarios todavía es enorme. Y por lo tanto elrally alcista de la RV podría ser espectacular si vuelve la confianza al sistema, cosa que por otra parte parece difícil a corto y medio plazo.

Como ya hemos visto, la ausencia de esta confianza en la economía no tiene forzosamente que suponer mayores caídas de los mercados bursátiles. En un escenario de desconfianza generalizada deberíamos haber visto caídas en las bolsas más abultadas. Pero no ha sido así hasta hoy y la pregunta es ¿Qué más debe suceder para que las bolsas caigan a plomo continuando con el movimiento iniciado el 21 de Enero de este año? No seré yo quien ose a responder a esa pregunta pero lo que me parece claro es que, como tantas verdades absolutas que la crisis ha dejado obsoletas, la confianza y la bolsa ya no van de la mano. No vamos bien, desde luego, aunque un optimista en busca de oportunidades diría que vamos distinto, y quizás no le falte razón.

P.D. Hoy comienza el Ciclo de Conferencias de Rankia en Forinvest. No os perdáis la sesión de mañana de 17:30 a 19h. con Fernando Calatayud (Inversión, Especulación... y cosas mías) y Dimitri Uralov (Family Office) sobre la burbuja inmobiliaria, la crisis subprime y un análisis del escenario actual y sus perspectivas de futuro. Esperamos vuestros comentarios y consultas.

martes, 8 de abril de 2008

El Show de Truman financiero.

Hasta hace unos meses, en el mundo financiero, las basuras eran eficientemente recogidas, aprovechadas y recicladas por empresas privadas que hacían de ello su negocio. Estas empresas se llamaban: Crecimiento Económico S.A., Burbuja Inmobiliaria S.L., Financos & Inversópatas Inc., Tipos de Interés Bajos & Co., Vda. de Especulador e Hijos y alguna que otra más que no acierto a nombrar.

En los últimos años la Administración local o estatal, es decir los bancos centrales, no debían preocuparse por esos residuos que servían para satisfacer y hacer crecer empresas como las citadas sin aparente límite. Por nuestro lado, la sociedad civil, estábamos encantados con el orden y la pulcritud que reinaba en nuestras calles. Incluso algunos vecinos habían invertido sus ahorros presentes y sobre todo futuros en dichas empresas, augurándose un porvenir excelente. En el primer mundo, el Estado del bienestar ganaba la batalla de la pobreza endémica de otros lugares del planeta, sin duda alguna. Además sentíamos el indescriptible orgullo de ser capaces de generar riqueza sin que los residuos y basuras financieras nos crearan problemas. Éramos tan listos que incluso de las basuras sacábamos provecho.
La candidez era tal que gran parte de la población ni siquiera era consciente de que nuestra sociedad financiera y nuestro sistema económico generase basura alguna ni residuos tóxicos. Vivíamos en un perfecto Show de Truman financiero.
Pero durante al pasado año, especialmente cuando el calor apretaba, las empresas encargadas de recoger, reciclar y alimentarse de esos residuos, empezaron a sufrir serias dificultades. No sólo ya no crecían más sino que su tamaño había alcanzado tal magnitud, que su propia desproporción y los excesos en constante aceleración forzaron su proceso de extinción. Murieron de éxito, ni más ni menos. A partir de entonces las basuras empezaron a aflorar poco a poco. Al cabo de unos meses el ritmo de basura emergente aceleró y se empezaron a acumular ya insalubremente en nuestras calles.

El problema se agudizaba día tras día. Los residuos y las basuras empezaron a ser desagradablemente evidentes para la población, y la imagen hasta entonces impoluta de nuestra sociedad financiera desapareció como una pompa de jabón ante nuestros ojos, y con ella también lo hizo el ánimo de los ciudadanos. El pesimismo y la sensación de vacío bajo los pies de los inversores es hoy en día palpable.

Ya durante la segunda mitad del 2007 empezaron a encontrarse por la calle titulizaciones hipotecarias (hasta entonces conocidas como deuda AAA) en avanzado estado de descomposición. Pero a medida que han pasado los meses, la situación sanitaria del sistema financiero de nuestra sociedad ha empeorado mucho. Hoy en día ya se acumulan en cada esquina montañas de deuda financiera de origen putrefacto que nadie quiere ni siquiera mirar. El hedor se está haciendo insoportable superado ya el primer trimestre del 2008. El paso del tiempo empeora la situación puesto que la basura se genera y se genera sin cesar ante la atónita mirada de la sociedad civil y financiera. Nadie era consciente de que toda esa basura nos podía enterrar en cuanto el abusivo sistema de reciclaje y eliminación de residuos se desmoronase. Y muy pocos eran conocedores de la ingente cantidad de residuos que éramos (y aún somos) capaces de generar.

Hoy ya podemos ver y oler asquerosas basuras amontonadas en cada esquina, pero entre porquería titulizada de entidades financieras que se descomponen cada día que pasa, también encontramos algún pequeño tesoro aprovechable. De hecho ya hay quien se dedica a remover la basura y encontrar entre la porquería deudas corporativas no financieras que alguien tiró como un juguete roto. Están sucias y apestan, pero bien lavadas, aseadas y cuidadas podemos verlas convertidas en flamantes instrumentos financieros en el futuro. Son solventes y funcionan perfectamente, pero lamentablemente forman parte del detritus que nos hace malvivir hoy en día.

Por su parte la Administración, atónita por la súbita falta de interés de ninguna otra empresa privada en la recogida y reciclaje de los residuos, está por fin empezando a tomar medidas. Parte de la porquería que ya nadie quiere, y cuyo destino era la montaña de basura de la esquina, la está canjeando por aséptica liquidez. Muchos se apuntan al carro y sacan a relucir residuos que todavía no se habían atrevido a lanzar a las aceras como basura apestosa. Pero al menos alguien está limpiando, aunque sea una pequeña parte. La pregunta es ¿cuánto podrá limpiar una administración que no saca más que perjuicio de ese servicio público de limpieza? Y en seguida me asalta la segunda duda, ¿acaso no perjudicaba también a las empresas privadas que aparentemente se nutrían con esos residuos?

Otros, además de canjear lo que buenamente pueden y reconocer los agujeros que la opinión pública puede soportar, también deciden cargarle la culpa al muerto. Pero como no suelen tener ningún difunto a mano, escogen a uno de sus empleados y lo ejecutan públicamente como demostración de su rigor ante irregularidades internas (sic).

Hoy seguimos rodeados de montañas pestilentes de basuras y con grave amenaza epidemiológica, pero parece que el ritmo al que vertimos se ha estabilizado, hay quien dice incluso que ha disminuido. Me gusta pensar que lo peor no ha pasado pero que quizás sí esté descontado por el mercado de renta fija (el de variable quizás siga con el coitus interruptus del que ya hablamos en su día).

Otro factor importante y esperanzador es la proliferación de carroñeros que buscan entre la podredumbre productos financieros aprovechables a precio de basura. Éstas son sin duda las mejores recetas para reciclar la porquería. Pero deberemos convivir mucho tiempo con gran cantidad de insalubres restos despreciados por los carroñeros, antes de que el tiempo los transforme en humus. Y las epidemias acechan.

En un escenario Mad Max es infinitamente más complicado invertir que en el Show de Truman, pero en las montañas de basura de Mel Gibson hay muchísimas más oportunidades (para ganar y para perder) que en el previsible y artificial barrio de Jim Carrey.

I love this game!

jueves, 3 de abril de 2008

El placer de invertir... con integridad

Mucho se habla de las diferentes aptitudes que deben tener el buen inversor y el buen empresario, en definitiva, las personas que buscan tener éxito en los negocios. En artículos como “La Poción Mágica del Éxito Financiero”, se dan numerosas claves y consejos muy válidos en este sentido, por poner un ejemplo reciente. Parece evidente, si analizamos algunos casos de emprendedores o inversores de éxito, que todas estas características y algunas otras más se encuentran presentes en ellos. Pero buceando un poco más en sus personalidades, se puede observar también (en muchos casos) la presencia de dos aspectos, a mi modo de ver, muy destacables a la hora de hacer negocios, que si bien no sirven por sí solos para conseguir la libertad financiera, son un empuje bastante importante, amén de convertirnos en mejores personas: la honestidad y la humildad.


En numerosos artículos desde la creación del blog se ha destacado su importancia, pero quiero detenerme en éste para analizarlos en profundidad. ¿Qué implican estas dos palabras? ¿De qué manera me pueden ayudar en mis negocios? Se preguntarán los más escépticos…

Obviamente la valoración que se puede hacer de la contribución de estos atributos al resultado final de las inversiones de un individuo no puede llevarse a cabo de un modo tradicional, como si de la implantación de un plan de marketing se tratase: tanto nos ha costado, tantos han sido los ingresos derivados del plan, luego tanto ha sido su beneficio. No se puede evaluar el coste de ser honestos y humildes, como tampoco su beneficio en unidades monetarias pero sin duda, lo que no se puede afirmar es que no tiene impacto alguno.

La humildad es una virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento. Esto, aplicado a los negocios, permite analizar las decisiones desde una perspectiva mucho más amplia. El hecho de admitir que no somos perfectos y ser conscientes de las limitaciones que tenemos es una de las mejores maneras de afrontar cualquier proyecto, ya que la persona humilde tiene en cuenta cualquier factor que pueda influir sobre éste, no desprecia el riesgo que supone y, además, cuando vienen mal dadas, no se queda paralizado pensado ¿cómo me ha podido suceder esto?, sino que rápidamente busca soluciones que permitan restablecer el orden o en el peor de los casos, minimizar las pérdidas. En un mundo tan competitivo como el actual, el creerse en “posesión de la verdad absoluta”, pensar que siempre se tiene razón, es el primer paso para acabar fracasando.

Un ejemplo que me viene siempre a la mente cuando se habla de humildad es el del mejor inversor de todos los tiempos, Warren Buffet, hablando sobre la donación que hizo a la Fundación de Melinda y Bill Gates (se comprometió a ir donando año tras año un porcentaje, hasta llegar al 85% del total, de las acciones de su holding empresarial, Berkshire Hathaway, valorado en miles de millones de dólares). Después de haber anunciado este hecho en una rueda de prensa, uno de los periodistas le preguntó cómo se sentía al haber hecho la mayor donación de la historia, y él respondió: “Me siento exactamente igual que me sentía ayer. Para mí, dicha donación no supone renunciar a nada pues sigo haciendo exactamente las mismas cosas que hacía antes.” Además, también hay que destacar el hecho de que donase el dinero a la fundación de otra persona, porque reconoció que prefería entregar esos millones a gente que, según él mismo dijo, "les dé el mejor uso posible y mucho mejor que el que yo les daría". Probablemente, a parte de tener unas aptitudes fuera de lo normal, el mantener esa actitud humilde le ha servido de gran ayuda para conseguir que su sociedad de inversión crezca por encima del 20% anual durante más de 40 años.

Hablemos ahora de honestidad. Una persona honesta no busca aprovecharse de los demás, sino ofrecer un trato justo en el que todos salgan beneficiados. Esto, cuando hablamos de relaciones comerciales, adquiere una importancia supina. El ejemplo más flagrante de falta de honestidad en el trato con sus clientes lo representa el sector bancario, que te intenta vender el fondo de inversión de turno o el depósito bancario más rentable del momento, como si fuese la inversión ideal para uno. En algunos casos, puede que lo sea, pero la mayoría de las veces no hacen más que aprovecharse de la incultura financiera de la gente para obtener sus beneficios. Y lo peor de todo es que la gente sigue yendo a las sucursales pensando que allí se preocupan de hacer crecer su dinero. Nada que ver, ya que estamos, con el propósito de un Family Office independiente creado para velar por los intereses y el bienestar de sus clientes.

Cuando, en una relación comercial, las partes se esfuerzan en satisfacer no sólo sus necesidades sino también las de la otra parte, es casi seguro que en el futuro volverán a colaborar. Además, ambas partes hablarán de la otra muy positivamente, favoreciendo que más gente se acerque a ellos para realizar transacciones sabedores de que van a ser tratados justamente y de que se van a preocupar porque acaben satisfechos. Se trata simplemente de crear un efecto cluster positivo. Evidentemente, todo lo contrario repercutirá en pérdida de clientes, deterioro de la imagen de la empresa, en definitiva, un efecto cluster negativo.

Por último, quería destacar que en un mundo en el que casi toda la gente, por desgracia, es tentada de alguna manera para beneficiarse económicamente en perjuicio de otros (desde chanchullos políticos para conseguir recalificaciones hasta pequeños sobornos para conseguir algún contrato comercial), aquellos que siguen siendo rectos y probos, pese a no beneficiarse en ese momento puntual con su actitud (¡puede que incluso hasta les perjudique oponerse!), a largo plazo siempre serán más respetados y admirados que las personas codiciosas que vendieron su alma al diablo por dinero. La libertad financiera es difícil de conseguir, es un camino largo y sufrido pero con una gran recompensa esperando al final, por lo que tomar este tipo de atajos, aunque nos acerquen rápido a la meta, suponen un riesgo que es totalmente innecesario correr.

Solamente con mucho esfuerzo, siendo conscientes de dónde venimos y hacia dónde queremos llegar, teniendo en cuenta que casi todo está inventado, cuidando las relaciones con el resto del mundo, desechando la avaricia, la prepotencia y la codicia, podremos ir avanzando paso a paso, quizá lento, pero sin duda firmemente hacia nuestra independencia económica.

"Se tarda 20 años en construir una reputación y cinco minutos en arruinarla. Si piensas sobre ello, harás las cosas de un modo diferente."