Hace un par de años leí un artículo en La Vanguardia que me llamó la atención. Hablaba sobre un sitio en Santa Bárbara (California) donde durante el verano enseñaban finanzas a los hijos de millonarios norteamericanos. Eran como unas colonias o campamentos de verano donde el objetivo no era acercarse a la naturaleza, si no aprender a hacer dinero.
Imaginémonos a 24 niños entre nueve y trece años en el primer curso de verano de “Money Camp”, miran atentamente a Elisabeth Donati, fundadora del primer programa infantil de “alfabetización financiera”.
Los niños repiten a unísono:
- “¡Soy el consejero delegado de mi vida!” (y los niños simulan el redoble de un tambor de circo y escriben “Libertad” en su cuaderno de ejercicios).
- “¿Por qué es importante el dinero?”
- “Es lo que hace que nuestro país sea tan importante”. Contesta uno.
Les enseñan a hacer dinero en el mercado inmobiliario, a través de empresas propias o en bolsa.
Elisabeth da la vuelta a la clase con un billete de cien dólares en la mano.
- “Podéis tocarlo si queréis”.
Preguntada sobre si no son muy pequeños para aprender los vicios de Wall Street, Elisabeth responde: “Les hablamos de drogas y sexo, ¿Por qué no de dinero?
En las paredes cuelgan carteles con frases como: “Invertir con la cabeza y no con el corazón”, “No guardar todos los huevos financieros en el mismo cesto”. Desde el segundo día ya empiezan a conocer conceptos como la amortización de préstamos hipotecarios, los retornos sobre inversiones (ROI), estrategias bursátiles, etc.
Un niño de once años hijo de un abogado de patentes de Washington DC explica: “Quería venir a Money Camp para tener un negocio o ser abogado y necesito aprender a gestionar el dinero. Hasta ahora lo había dejado en manos de mis padres”, decía con una pasmosa seguridad en si mismo.
Otro de doce años quiere aprovechar el curso para asegurar su futuro con el sector inmobiliario.
Un tercero lo que pretende es expandir el negocio de muebles familiar.
La filantropía de Bill Gates o de Warren Buffet hace que los niños reconcilien sin problemas el deseo de ganar mucho dinero con la inocencia de su edad: “Si me hago rico, podré donar dinero a buenas causas”. “Quiero ganar suficiente dinero para mantener a mi familia y hacer caridad. No estoy interesado en ser un billonario”.
Curiosamente en nuestro país saben manejar el dinero de una forma más correcta los niños que no son ricos que los que tienen una posición muy acomodada, salvo excepciones claro. Éstos últimos conocen muy bien las herramientas de consumo (saben manejar a edad temprana tarjetas de crédito, por ejemplo) pero muy poco conocen como sus progenitores o sus abuelos supieron gestionar la creación de riqueza. Esto es parte de la causa de que los patrimonios se pierdan en las generaciones siguientes además de otras muchas.
Muchos saben que Warren Buffet en el colegio vendía coca-colas mientras sus compañeros jugaban a la pelota. No tiene porqué ser así, los niños han de ser niños y saber jugar y disfrutar de la posición que han conseguido para ellos sus padres, pero creo que no es buena idea esperar a la universidad y el master para aprender estos temas.
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