jueves, 19 de junio de 2008

El Monopoly termina en bancarrota o no termina.

La riqueza, afortunadamente, se redistribuye mayoritariamente de forma natural. Es decir, los adinerados gastan excedentes con mayor facilidad en favor de los menos ricos. Esta cuasi-ley universal existe en infinidad de ámbitos: Desde el rico que vive a un ritmo que significa el sustento de muchas familias a su alrededor; hasta el club de fútbol del G14 que paga una cifra enorme por un jugador de un club mediocre, ayudándole así a equilibrar los perjudicados balances de este último.

Casi siempre el aumento de riqueza deriva en un aumento del gasto, consumo, inversión y/o como le queramos llamar, beneficiándose de ello muy diversos colaterales. Algunos llamamos a esa relación un cierto modo de Win-Win, aunque algunas veces se convierte en una relación parasitaria. Algunos diréis que el rico cada vez es más rico y el pobre cada vez más pobre, por culpa de la explotación del primero sobre el segundo. En ese caso entraríamos en la polémica de quién es el parásito y quién el huésped. Pero la lucha de clases no es el motivo principal de esta reflexión, así que obviaremos dicha polémica y consideraremos (justamente o no) que el rico es el huésped y el pobre el parásito cuando no se trate de una relación Win-Win.

No todas las relaciones parasitarias son tróficas, es decir que suponen un incremento de recursos monetarios que alimentan al parásito. A veces el beneficio que se obtiene del rico o poderoso se traduce en protección frente a terceros, influencia, ocio, negocios, prestigio u otras ventajas muy diversas que tienen poca o nula relación con el dinero.

Otro ejemplo de redistribución de la riqueza sería la donación filantrópica. Quizás mayoritariamente su volumen sea residual, pero fijémonos en las grandes donaciones que de vez en cuando se producen. Por ejemplo la reciente donación de Warren Buffett de 37.400.000.000'-$ a fundaciones benéficas (cuando leemos todos los ceros impresiona más, ¿verdad?). Estos tipos de actos filantrópicos suponen la manera más diáfana y directa de redistribuir riqueza. La más radical y a la vez loable forma de Win-Win descompensado o parasitismo voluntario por parte del huésped. Ante una actitud altruista de este calibre, la balanza de los dos "win" o el "perjuicio" que causa el parásito como sujeto pasivo es algo que, felizmente, se nos escapa del análisis tradicional de la relación entre riqueza y pobreza.

Habrá quien critique este tipo de actos como un mero blanqueo de la conciencia del rico. Yo prefiero pensar que con lavandería o sin ella, estamos ante redistribuciones efectivas de la riqueza que honran a la raza humana. Las ONG's (algunas) se encargarán de no sólo redistribuir meros recursos sino también de fomentar pequeñas formas de creación de riqueza autónomas, como por ejemplo pozos, presas, escuelas, etc. En este punto no puedo dejar de mencionar a Vicent Ferrer y su ejemplar Fundación, a la que personalmente me unen un par de lazos espléndidos.

Filantropía, comercio, negocios, ocio, influencias.... sea, pues, la relación entre el rico y el pobre parasitaria o de Win-Win, tiende a compensar en mayor o menor medida la distribución de la riqueza.

Pero últimamente hay algo que me tiene un poco preocupado. No estoy seguro de que las manos que acumulan una ingente cantidad de riqueza desde que empezamos el nuevo siglo, tengan el mismo perfil de los ricos a los que tradicionalmente estamos acostumbrados. Me refiero básicamente a chinos y sobre todo a árabes (personas físicas y jurídicas) que están acumulando día tras día cantidades astronómicas de dinero. Tengamos en cuenta que el dinero anteriormente siempre ha estado en manos de occidentales, ya sea por méritos de la propia civilización o por expolio de terceros mundos, pero así ha sido tradicionalmente. Pero los tenedores de grandes riquezas han cambiado en la última década, en el último par de años, me atrevería a decir. Y quizás la forma de gastar o repercutir su riqueza con el resto del planeta no sea tampoco la tradicional.

Los grandes multimillonarios del pasado siglo, desde que a la Economía moderna se le puede llamar así, han sido siempre occidentales. Grandes businessmen que han amasado sus grandes fortunas en la industria, empresa o incluso el comercio. Prohombres diversos, por supuesto, pero todos ellos de cultura occidental. Tan sólo a finales del s.XX pudimos ver algunos multi-millonarios japoneses cuya cultura se aleja mucho de la occidental, pero fueron efímeros y mucho menos significativos que los actuales grandes tenedores de fortunas. Mi opinión personal es que muchas enormes fortunas creadas en los últimos pocos años, que crecen a un ritmo nunca visto, se están formando sin el empeño, esfuerzo y constancia de los tradicionales multi-millonarios businessmen occidentales. Es sólo una impresión, cierto, pero si estas nuevas fortunas de volúmenes jamás imaginados se han formado de una forma un tanto pasiva por parte de sus tenedores, sus objetivos futuros sin duda serán también distintos a los tradicionales.

No se trata en absoluto de discriminación cultural, religiosa, ni mucho menos racial. Sólo es una reflexión que me lleva a pensar que la riqueza ya no está en manos de nuestra cultura occidental, como ha estado siempre históricamente hasta hace muy pocos años. Y la siguiente pregunta que lanzo al aire es: ¿Qué consecuencias puede tener este fenómeno? ¿La redistribución de la riqueza tradicional se verá modificada?

Es como si en una eterna partida de Monopoly, tácitamente los ganadores devolvieran cíclicamente los billetes a la banca para que la partida no tenga fin. Y de pronto, los ganadores tuvieran un nuevo perfil y se cuestionaran si van a devolver su riqueza para seguir la partida eternamente o no. La pregunta que no me atrevo a hacerme a mi mismo es qué pasará con nuestra partida si los ricos nuevos deciden romper con la tradición.

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