Vaya por delante que este post no pretende ser más que un apunte para hacer un par de reflexiones acerca de un tema tan complejo como la inmigración y sus efectos sobre nuestra economía. Este flujo descontrolado es un hecho y además las cifras de crecimiento son tan sorprendentemente crecientes como las mismísimas cifras económicas chinas. A mi entender, la inmigración es una forma más del reparto mundial de la riqueza que se realiza de forma involuntaria, nos guste o no a los habitantes del primer mundo. Tampoco pretendemos juzgar la conveniencia o inconveniencia del actual flujo migratorio que, por otra parte, es inevitable.
Los pobres huyen de sus países para beneficiarse del bienestar existente en otros lugares del planeta. Hasta aquí comprensible y además de difícil control dada la globalización existente también en lo referente a demografía. Si además la recepción de dicha población beneficiase a la economía desarrollada se cerraría un efecto cluster de sinergias positivas. Es decir, no sólo se tendería a igualar las diferencias económicas entre países, mediante los cashflows que siempre van de país rico a país pobre en forma de sueldos enviados a las familias que quedaron en origen, sino que también hay quien sostiene la teoría de que la incorporación de mano de obra barata ayuda al crecimiento del primer mundo. Efectivamente muchos economistas políticamente correctos nos quieren convencer de que gracias a esta masa de población procedente del tercer mundo nuestro sistema de cotización a la Seguridad Social puede ingresar lo suficiente, se cubren puestos de trabajo de baja remuneración que los nativos no querrían cubrir, etc.
Personalmente veo las cosas de distinta manera y estoy, modestamente, más en la linea del Doctor en Economía por la Universidad de Harvard Xavier Sala i Martín. Según este eminente sabio de nuestro tiempo la incorporación masiva de mano de obra barata al primer mundo provoca diversas problemáticas estrictamente económicas, entre ellas el freno en el avance tecnológico. Sin ir más lejos, muchos municipios españoles prefieren volver a contratar brigadas de inmigrantes para barrer las calles que seguir adquiriendo vehículos especiales que realizan esta labor de barrido y limpieza de cunetas, bordillos y aceras metropolitanas. Es significativamente más barato contratar equipos humanos de barrenderos a los que tan sólo hay que pagarles una primitiva escoba y un sueldo miserable, que financiar vehículos ultramodernos que realicen el mismo trabajo con un sólo operario cualificado. Sin duda estamos ante una regresión tecnológica peligrosa que disminuye, a su vez, la facturación de empresas como la del ejemplo que comercializa dichos vehículos y por lo tanto frena su I+D. Encontraríamos multitud de casos y sectores diversos de regresión en el avance tecnológico para volver a la contratación humana con sueldos que sólo permiten malvivir hacinados en pisos patera. No obstante lo que a nuestros ojos es inaceptable, supone una mejora de las condiciones de vida de las que huyeron en origen y que les permite enviar ayudas vitales a sus familias.
Hay quien alega que los puestos de trabajo con baja remuneración no los querría cubrir la población autóctona y quedarían desiertos, con la consiguiente precariedad en algunos servicios comunitarios. Craso error. Simplemente los empresarios o el Estado se verían obligados a aumentar dichas remuneraciones hasta hacer atractivos para los nativos dichos puestos de trabajo. Como siempre la eficiencia del mercado de oferta y demanda regularía nuestra realidad cotidiana. Lo que está claro es que los puestos de trabajo no quedarían vacantes, simplemente la remuneración se ajustaría de forma adecuada al nivel de vida de nuestra sociedad.
En cuanto al beneficio para las arcas de nuestra Seguridad Social mediante las cotizaciones de los inmigrantes, es muy probable que a medio plazo resulte deficitario respecto al gasto sanitario que dicho sector de población genera.
Podríamos hacer otras consideraciones no económicas como el drástico descenso del nivel académico medio de nuestras escuelas públicas debido a la incorporación de niños y niñas con serias dificultades de lenguaje y/o que jamás habían sido escolarizados. O que la precariedad económica en la que se ve inmersa una parte de dicha población inmigrante los conduce inevitablemente a delinquir, con el consiguiente aumento de la inseguridad ciudadana en los países receptores de más inmigración. Pero esos serían perjuicios sociales y no estrictamente económicos.
No quisiera de ningún modo que este post diese una imagen xenófoba o racista, ni siquiera clasista, ya que nada está más lejos de mi idiosincrasia. De hecho considero que si analizamos la problemática de la pobreza desde un punto de vista global, no sólo es justo que los países ricos frenen su crecimiento en beneficio de los países del tercer mundo, sino que también es solidario y éticamente necesario. Un sensible empobrecimiento de occidente en forma de reparto de riqueza hacia el tercer mundo sería, cuando menos, algo justo, aunque intuyo que quizás sería peligroso para el crecimiento global. Pero si hacemos un análisis desde un punto de vista egoísta y mirando tan sólo por los intereses del mundo occidental, la inmigración masiva es claramente perjudicial para el mantenimiento del bienestar y crecimiento económico existente.
Estamos hablando de hechos que la corrección política pretende distorsionar maquillando los efectos negativos de la inmigración en el sistema económico de los países desarrollados. Quizás sea porque los inmigrantes son votos potenciales o porque simplemente intentar ir contra esta tendencia es como poner puertas al campo.
Pero los hechos y cifras económicas dan la razón a las tesis del eminente Xavier Sala i Martín. El autor de Economic Growth no sólo es una autoridad económica en la Universidad de Columbia, en el mismísimo Manhattan, donde imparte algunas de sus clases sino que también conoce perfectamente la problemática del tercer mundo. No en balde es el fundador y director de la Fundación Umbele, con una ejemplar estructura administrativa. Vaya desde aquí mi admiración por su trayectoria profesional y filantrópica.
Si somos capaces de tener una visión más global y solidaria de la economía del planeta no nos sentiremos tan agredidos por el ascenso masivo de inmigración ni por los daños colaterales que causa. Pero reconozco que no es tarea fácil y confieso que mis hijos de primaria van a una escuela privada.
3 comentarios:
Entonces crees que la emigración española a Alemania en los sesenta fue perjudicial tanto para Alemania como para España, ¿no?
Para la mayoría de españoles que encontraron su futuro en Alemania fue indudablemente positivo. Y los daños colaterales para la economía alemana no son comparables porque no puedes comparar el nivel de incultura, insalubridad y miseria de los subsaharianos que llegan a la Península con los españoles que emigraron allí. Los emigrantes de los años 60 a Alemania no son comparables ni en cantidad ni en calidad a los que llegan a España en la actualidad.
Totalmente de acuerdo, es mas, pienso que con demasiada correccción politica. Y te lo dice un hijo de emigrante en Barcelona. La emigracion de los años 60 en BCN fue nefasta para el desarrollo economico. Eso nadie lo ha explicado, alguna vez se tendra que analizar bien.
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