De todos es sabido que las avestruces entierran su cabeza bajo tierra cuando intuyen peligro, como si de ese modo se pusieran a salvo. Evidentemente el hecho de aislar sus sentidos no les evita para nada el perjuicio de la situación real que exista a su alrrededor. Con esta "estrategia salvadora" sólo consiguen cambiar una sola realidad: La suya. Evitan así el estrés que les produciría ser conscientes del escenario real que las rodea, pero de ninguna forma consiguen mejorar su situación de peligro. Tan sólo mejora su mera e inútil subjetividad.
Del mismo modo podemos decir de nosotros mismos que ser conscientes de que nos encontramos en una situación hostil, de que un grave peligro nos acecha o de que nuestras perspectivas de futuro se han visto dramáticamente mermadas por unas circunstancias negativas; es la premisa sine qua non para poder reaccionar e intentar evitar el perjuicio en lo posible. No sólo es materialmente imposible solucionar nada si enterramos nuestra cabeza bajo tierra sino que los daños, al no poner ningún remedio, van a ser mucho más demoledores.
Aplicando estos silogismos tan obvios a las circunstancias de un inversor en un entorno hostil como el actual, obtendremos revelaciones cuando menos curiosas. Es lamentablemente habitual en estos tiempos encontrarnos con patrimonios gravemente afectados por carnicerías varias: Estructurados que cotizan al 15, 30 o 50% de su valor, carteras de RV y RF (acciones preferentes y deuda perpetua) con minusvalías latentes de más de un 50%, e inversiones diversas en derivados a la deriva.
Algunos de estos inversores con patrimonios financieros mutilados actúan con la Mentalidad Avestruz. O sea que ante las pérdidas latentes sufridas en sus carteras entierran sus cabezas sin salir de los mercados y sin poner ningún remedio a su situación. Siguen así los consejos de los mismos gestores que les han perjudicado poniendo en riesgos excesivos sus patrimonios: Ahoranoesmomento. Realizarpérdidasesunsuicidio. Venderíasenelpeormomento. Estamostocandofondo. Ahorahaymuchasoportunidades... ¡Más madera, es la guerra! En pleno avestruzamiento mental, el criterio estratégico es: "No realizo pérdidas, luego no pierdo. En cuanto la bolsa (o los estructurados o lo que sea) suba, me recupero y todo habrá sido una simple pesadilla". Y hasta que eso ocurra, la cabecita bajo tierra y con el pie del gestor sobre ella, no vaya a ser que se le ocurra levantarla, echar un vistazo al panorama y coger al toro por los cuernos, cesando así el lucro de dichos gestores y custodios. Y cuando desde su mini búnker o también llamado hoyo en el suelo, pregunte a los manipuladores de su dinero con voz de ultratumba: "¿Cómo va todo por ahí arriba?" la respuesta será: "Tranquilo, que ya casi ha pasado el peligro. Aguanta un poco más y ni se te ocurra sacar la cabeza porque así no te ve nadie".
Casi lo mismo podemos decir de los propietarios de inmuebles en pleno estallido de la burbuja, seguido de una depresión económica global: "No vendo mis inmuebles, luego valen más de lo que el mercado dice" La única diferencia respecto al razonamiento Avestruz del inversor en bolsa es que muchos propietarios de inmuebles compraron a precios inferiores a los de hoy (Si hubieran comprado los inmuebles a un precio mayor que el de mercado hoy, la frase sería idéntica a la anterior de no realizar pérdidas = no perder). Pero no por haber comprado barato hace años y no estar en pérdidas se deja de perder valor inmobiliario. Si el precio de mercado baja, nuestros inmuebles y por tanto nuestro patrimonio también lo hace, independientemente de si los vendemos o no y del criterio de valoración que utilicemos. Si además le añadimos el coste de oportunidad de que nuestros inmuebles no crezcan en plusvalías en otros mercados, escenarios y tipologías, la diferencia en nuestra evolución patrimonial en el tiempo será brutal.
Tristemente, el inversor en bolsa perjudicado y el propietario de inmuebles en ciclo bajista, suelen coincidir en la misma persona. Y si lo hacen además coincidiendo en el tiempo, entonces la Mentalidad Avestruz se convierte en doblemente devastadora de patrimonios. ¡Y esta tragicomedia se viene dando desde que las cotizaciones estaban un 50% más arriba que hoy! No es lo mismo despreciar nuestro crecimiento patrimonial durante unos meses que hacerlo durante un ciclo. Despreciar la evolución positiva y correcta de un patrimonio a lo largo de unos años, es un tiempo precioso muy difícilmente recuperable a lo largo de nuestra vida inversora. Y este desprecio se convierte en aberración cuando nos enfrentamos a una depresión global como la existente.
Como simple dato de la globalización: Las 16 millones de transacciones que se cruzaron uno de los días fatídicos del 1929, hoy se cruzan en los primeros 5 segundos de cualquier sesión de Wall Street.
Pero desde una perspectiva ligera, no debemos demonizar ni criticar a los tenedores de patrimonios con Mentalidad Avestruz, sino todo lo contrario, beatificarlos. Gracias a ellos los mercados no caen mucho más violentamente. Gracias a que sus carteras se petrifican y se mantienen fuera del mercado, las órdenes de venta no se multiplican haciendo caer los precios aún más. Y sus inmuebles tampoco pasan a engrosar las listas de ofertas gracias a que los aguantan a pesar de que cada día pierden valor, y de que los rallies alcistas pueden volver sólo después de la depresión europea, que esta vez se prevee peor que la americana. Gracias a ellos el mercado inmobiliario no caerá más allá de lo que los embargos, el paro y la propia recesión provoquen.
La Mentalidad Avestruz sostiene las caídas de los mercados bajistas en un acto filantrópico y heroico de los inversores que la practican. Sacrifican sus propios patrimonios (y el de sus inocentes herederos) en favor de que el resto de mortales puedan colocar mejor sus activos mobiliarios e inmobiliarios en el mercado, encontrando así compradores más fácilmente y perdiendo muchísimo menos. ¿Tonto el último? No, bendito el último. Gracias a estos super-hombres y super-mujeres que esconden sus cabezas bajo tierra en tiempos difíciles permitiendo así que sus patrimonios disminuyan sensiblemente y de forma continuada, el resto tienen un mayor margen de maniobra. Y también debemos agradecer la labor que realizan sus gestores (¿filantrópica también?), presionándoles firmemente para que mantengan la cabeza enterrada cuando tienen tentaciones de mirar a su alrededor y tomar decisiones para salvar sus patrimonios como hacen el resto de mortales egoístas y primitivos. Ellos no, los inversores con Mentalidad Avestruz, están hechos de otra pasta. Aguantan el tipo, aprietan los dientes y se autoconvencen de que las pérdidas de valor inmobiliario y de sus carteras (aquí sus gestores les ayudan a convencerse) van a ser pasajeras. Que todo volverá a ser igual como en un simple ciclo bajista, como los de antaño. ¿Visionarios o beatificables?
Entonces dijo Jesús a Sus discípulos: "en verdad os digo que difícilmente entra un rico en el Reino de los Cielos. Y además os digo: es más fácil a un camello pasar por el portal del ojo de la aguja, que a un rico entrar en el Reino de los Cielos”. (Mt. 19, 23-30)Pues yo que pensaba que se refería a otra cosa... Bendita sea la Mentalidad Avestruz. Mientras tanto, resta y sigue...
2 comentarios:
Los avestruces no esconden la cabeza cuando tienen miedo, es un mito. En todo caso llegan a 'enterrarla' alguna vez buscando alimento.
No lo sabía, aunque los cangrejos tampoco andan hacia atrás sino de lado y también se dice habitualmente.
Gracias de todos modos Henry.
Salud y €.
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